La adolescencia es una montaña rusa emocional, y yo no fui la excepción. Al llegar a Vitoria, sentí que estaba dejando atrás muchas cosas y, al mismo tiempo, enfrentando nuevos desafíos. Justo cuando pensé que todo se volvía abrumador, decidí probar la psicología para adolescentes.
Mi primera visita fue como entrar a un espacio seguro, donde podía hablar sin reservas. Mi psicóloga entendía mis preocupaciones y, con paciencia, me ayudó a desentrañar cada conflicto que vivía. Recuerdo una sesión donde hablamos sobre la presión que sentía por tener que estar siempre feliz o tener todo bajo control. Fue liberador darme cuenta de que no estaba sola en esa lucha.
A lo largo del tiempo, la terapia se convirtió en mi refugio. Aprendí técnicas de manejo del estrés que empecé a aplicar en mi vida diaria. Desarrollé la capacidad de hablar sobre mis emociones y pedir ayuda cuando la necesitaba, algo que antes me resultaba muy difícil.
Con cada sesión, mi confianza creció. Empecé a enfrentar mis problemas en lugar de huir de ellos, y eso marcó una gran diferencia en mi vida. A medida que mejoraba mi salud mental, también mejoraba mi rendimiento en la escuela y mis relaciones personales. La
Psicología en Vitoria se volvió una herramienta fundamental para mi crecimiento.
Hoy, agradezco haber dado ese paso y haber encontrado apoyo en Vitoria. La psicología no solo me ayudó a superar obstáculos; me enseñó a amarme y aceptarme tal como soy. Y ahora, camino hacia el futuro con la esperanza y la confianza renovada.